Rafael Moreno Valle logró ser gobernador sin los medios poblanos y sabía que podía gobernar sin éstos. No se cansó de repetirlo a los suyos.
Él y su grupo se referían a los comunicadores como “perros”.
Durante su sexenio y después de éste, destinó más de mil millones de pesos para promover su imagen.
Tan sólo en 2014, el ex gobernador desembolsó un promedio de 904 mil pesos diarios. En 2016, ya en su carrera rumbo por la candidatura del PAN a la presidencia de la República, gastó 754 mil pesos cada día en publicidad.
¡Una locura de dinero!
Su medio favorito siempre fue la televisión: 44.5% de los recursos destinados a publicidad se dieron a las televisoras. Desde noticieros hasta telenovelas.
Para elegir los montos, el panista se basaba en los criterios de impacto que decidía con su equipo de comunicación.
Desde la campaña, Marcelo García Almaguer y Moreno Valle crearon una lista negra de los medios con los que no podían ni querían transitar.
Querían cobrar las facturas del pasado.
Para desaparecerlos, como amenazaron personalmente a algunos, junto con Luis Maldonado y Jorge Benito Cruz, crearon el Tripack o convenio único: modelo con el que lograron el control de los tres convenios con medios firmados por el Gobierno del Estado, la BUAP y el Ayuntamiento de Puebla.
Casi todos los periodistas y medios poblanos estaban en la cuerda floja. Con exepción de Síntesis que se la jugó abiertamente y con todo por el ex senador, la mayoría habían dado preferencia al candidato priista, Javier López Zavala.
O eso decían los moernovallistas.
Hasta las 8 columnas de diarios de circulación estatal dictaba el marinista por teléfono, pero esa es otra historia y otra columna.
El 25 de noviembre de 2010, en la primer comida de aniversario del programa más escuchado del Estado en la era morenovallista, Buenos Días con López Díaz, en Zavaleta, la clase política y empresarial se dio cita como cada año para acompañar a Javier y Doña Coral Cañedo.
Ésa era una tarde diferente. Por primera vez en la historia de la celebración y de Puebla, el invitado especial, el gobernador, no era priista.
O sí, pero no oficlamente.
La empresaria y los reporteros que hacían el programa sabían que López Díaz no estaba en el ánimo del nuevo grupo gobernante. Tampoco sus colegas con los que normalmente se reunía: Juan Carlos Valerio y Carlos Martin Huerta.
Este último, hasta director de noticias de SICOM, la televisora oficial, fue con Mario Marín. Lo mismo conducía un noticiero “crítico” en la mañana, que difundía las obras y logros marinistas en la noche.
El ex gobernador llegó a la celebración y, faltaba más, se sentó al lado de Coral Cañedo. Todas y todos querían saludarlo.

Una vez terminadas las palabras de celebración y la comida, el panista se levantó de su asiento después de una invitación de un pequeño grupo de periodistas que incluían a Javier, Juan Carlos y Carlos Martín para dialogar.
Se alejaron unos metros de la mesa principal.
Los comunicadores le pidieron perdón al nuevo gobernador por jugar del lado contrario durante la campaña.
“Nos obligaron”, aseguraron.
Según ellos, Mario Marín y Javier López Zavala los tenían amenazados de muerte.
Con la mirada baja mientras Moreno Valle manoteaba, Carlos Martín y Juan Carlos lograron el perdón, no sin antes recibir gritos y reclamos.
Con el sello de la casa.
Y así se repite la historia sexenio tras sexenio, pero con otros nombres.
Los periodistas sometidos y débiles no aportan nada a la sociedad.
La libertad para investigar y opinar es un derecho, pero también una obligación.