El arrebato del secretario de gobernación, Julio Huerta, no fue bien visto por la clase política poblana.
Más allá de los pactos de la madrugada del 15 de diciembre, del entusiasmo y emoción por la visita de su candidata, Claudia Sheinbaum, están las formas.
Nadie está por encima del gobernador en Puebla.
Y nadie es nadie.
Dejar a Doble Ese en segundo plano para levantar la mano de la Jefa de Gobierno fue un error. El primo de Miguel Barbosa quiso llevarse los reflectores en un evento que no era sólo suyo.
Presumió 60 mil asistentes, cuando apenas llegaron a 40 mil. La propia Sheinbaum Pardo publicó 20 mil menos que el titular de Segob.
Que la corcholata favorita de López Obrador le levante la mano no define su candidatura para 2024.
Que deje al gobernador un paso atrás para robarle protagonismo, sí.
El juego de la sucesión se modificó con el triunfo de Delfina Gómez en el Estado de México. Sin ser una figura de nombre, sin carisma y sin arrastre, la maestra llega por el capricho de López Obrador.
Lo mismo va a pasar en Puebla: el presidente va a decidir quién va y quién no, de la mano del gobernador.
Sergio Salomón tendrá poder de veto en 2024.
Morena no sólo va a querer ganar, buscará aplastar para consolidarse como la fuerza política más importante de los últimos tiempos en el país.
El legado de López Obrador no se perderá por caprichos o por acuerdos hechos por los herederos del Barbosismo.
El 01 se llama Sergio Salomón Céspedes, no se confundan.