No hay piso parejo en Morena para la contienda por la candidatura a la presidencia. Los tres tiradores, Marcelo, Claudia y Marcelo, creen que serán.
Así se los han hecho creer.
Con el estilo que lo caracteriza, López Obrador juega y engaña a sus corcholatas.
Mientras el canciller Ebrard quiere debates y encuestas que midan conocimiento y confiabilidad, la jefa de gobierno no quiere exponerse o arriesgarse.
No lo necesita, es la preferida del presidente y va adelante en todas las mediciones.
Al final, la decisión la tomará Andrés Manuel basándose en un solo punto: ¿quién de los tres es más confiable?
AMLO los puso a competir y él es el único responsable de la simulación, sin contar el despilfarro con el que se promueven.
Al presidente no le importan las leyes. Es un hombre que no respeta a las instituciones que formaron a este país cuando de caprichos se trata.
Cuando le conviene.
Experto en dividir, López Obrador ya sembró discordia entre los suyos y pronto la estará cosechando.
Los cercanos a Adán Augusto dicen que el secretario de gobernación será el candidato porque ha recibido la señal desde arriba.
El equipo de Claudia Sheinbaum sólo espera los tiempos. Ebrard está apostando a la caída de la jefa de gobierno.
La fractura de los morenistas llegará hasta Puebla, donde ya hacen hasta lo imposible para ser señalados por el dedo divino de AMLO.
Las encuestas son lo de menos.