Desde el día uno, se notó el estilo de gobernar de Alejandro Armenta: rudo, de trabajo y sin moches.
Tan sólo en la toma de protesta, 8 mi poblanos lo acompañaron cuando esperaban 5 mil: campesinos, senadores, presidentes, académicos y hasta Andrés Manuel López Beltrán, el hijo del máximo líder de la Cuarta Transformación, se dieron cita en el Centro Expositor donde dejó algo muy claro: nadie puede a mi nombre acreditarse como amigo o familiar para conseguir audiencias ni lugar en la administración.
Era el inicio de una nueva forma de hacer política que no se había visto en el Estado.
De ahí vinieron las faenas, entrega de patrullas, rescate de proyectos y las obras comunitarias, programa estrella de esta administración que más que reflectores, busca ayudar a las y los poblanos: el dinero ya va directo a la gente para transformar la forma en la que viven.
Sin intermediarios y con resultados nunca antes vistos.
Hoy, hasta los elefantes blancos de Rafael Moreno Valle ya tendrán uso. Ésos que nunca criticaron los que hoy critican desde la comodidad de sus teléfonos al gobernador un día sí y el otro también.
El Museo Barroco, un monumento morenovalista a la corrupción, se convertirá en la Universidad de las Bellas Artes. La Ciudad Modelo que sirvió de negocio para cercanos a Rafael, ahora se perfila como el Silicon Valley de México, la capital de la tecnología y la sostenibilidad.
Doble A todo ataja, nada evade y contesta de frente. Desde La Mañanera dicta la agenda política y mediática.
No se esconde porque no es su estilo.
Las guerritas mediáticas y de redes no le hacen ni cosquillas. Tampoco los intentos desesperados de golpearlo en medios nacionales con rumores.
Son los de siempre. Los que no han entendido que, por fortuna, son otros tiempos en Puebla.
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