Algo tiene la silla que enloquece a muchos.
La soberbia se apodera de funcionarios que creen que no tienen fecha de caducidad.
¿Por qué se les olvida trascender?
El cargo, tarde o temprano, termina. Los amigos hechos desde el poder se van; los enemigos, ataques, calumnias y groserías se quedan. Las heridas también.
Para nadie era un secreto que la —¿todavía?— directora de la Coordinación General de Comunicación y Agenda Digital, Verónica Vélez, le hablaba todos los días al oído a Miguel Barbosa.
En muchas de las vendettas personales del exgobernador, iba la mano de “la maestra” que le leía mal, incompletas o modificadas las columnas y notas de algunos periodistas poblanos.
En la Puebla Salomónica —como muchos la vemos— todos los medios tienen acceso a la mañanera y los eventos del Gobierno Estatal. Se terminaron los accesos VIP a los consentidos que no quieren aceptar que su jefa ha perdido poder.
Desde la primera rueda de prensa, por ejemplo, hasta los periódicos digitales financiados por Nacho Mier, pudieron preguntar.
Vero Vélez nunca se vio en el espejo de Marcelo García Almaguer quien, en la gloria del morenovallismo, traía a medios y columnistas de “amigos” y artilleros.
Ésos que hoy, muy valientes, critican a Eukid, Tony y Rafael. Ésos que llamaron al de Rafael, “el mejor gobierno de la historia”.
Verónica Vélez Macuil sigue en el cargo, pero muy disminuida.
Una muestra contundente: las últimas entrevistas del gobernador Sergio Céspedes ya no fueron pedidas ni operadas por ella. El mandatario, desde su teléfono personal, las solicitó directamente a conductores y dueños.
Como cuando era diputado.
Como cuando fue presidente.
El góber entiende, como el político calado que es, que el cargo terminará, pero los amigos se quedarán.
Como cuando era diputado.
Como cuando fue presidente.