Corrían los años en que Lalo Rivera era presidente estatal del PAN, para recorrer el estado necesitaba un escudero, y así llegó el chofer que relevó a Micalco.
Años pasaron
¡Qué historia la de Puebla!
Y no, no es una telenovela, aunque bien podría serlo. En este capítulo peculiar de la política poblana, nos topamos con un personaje que parece haber hecho del DIF su “zona de confort” y del volante su trono: el chofer de la señora Daisy.
Corría el año 2014, cuando Puebla tenía una primera dama en la alcaldía que, al despedirse del cargo, dejó un regalito para la administración entrante. Nada de obsequios simbólicos, no. Fue algo más práctico: su chofer, bien acomodadito en el DIF municipal, como si fuera parte del mobiliario. El tiempo pasó, y cuando la administración cambió de manos y llegó Claudia Rivera, el chofer perdió su lugar de privilegio. Pero, ¡ay, qué sorpresa!, porque resulta que ese despido fue injustificado.
El hombre no se quedó de brazos cruzados, y años después, el juicio laboral le dio la razón. Con los bolsillos más llenos y una victoria legal bajo el brazo, el ex chofer se convirtió en la piedra en el zapato del nuevo Ayuntamiento. Porque claro, a alguien se le “olvidó” defender el caso, dicen fue la síndico Lupita. ¿Por qué? Quizá porque en esta historia las lealtades pesan más que los reglamentos. Total, que el juicio se perdió, los salarios caídos se tienen que pagar, y el chofer de la señora Daisy volvió a la mesa de juego.
Y justo cuando pensábamos que ya lo habíamos visto todo, llega la regidora Teté Ortiz, hermana de Liliana Ortiz, quien ahora exige la reinstalación del mismísimo chofer. ¿Por qué? Pues porque lo quiere de vuelta, y no en cualquier puesto, sino nuevamente detrás del volante. ¡Vaya, qué devoción por el ex chofer de la señora Daisy! Parece que este hombre no es cualquier empleado: es la constante en la ecuación política de las últimas generaciones.
Este episodio no solo arranca sonrisas por lo absurdo del caso, sino que deja entrever cómo los intereses personales y familiares se entrelazan con la administración pública. ¿Es realmente tan importante un chofer para el bienestar de Puebla? ¿O acaso estamos viendo cómo una historia de camaradería y favores trasciende administraciones?
El chofer de la señora Daisy, el hombre que sobrevive al tiempo, a los juicios y a las gestiones, es más que un simple conductor. Es un símbolo. Un recordatorio de cómo en Puebla, las historias del poder se escriben con personajes secundarios que, a veces, resultan ser los protagonistas. ¿Hasta dónde llegará este hombre? Tal vez nunca lo sepamos, pero una cosa es segura: mientras haya una familia Rivera Ortiz que lo apapache, el volante seguirá girando.
En una de esas se vuelve chofer de la senadora Denisse Ortiz.