La filtración de la llamada entre el empresario Kamel Nacif y el ex gobernador Mario Marín Torres terminó con la carrera política del priista.
Para muchos, la de Marín, era la historia del nuevo Benito Juárez.
De origen humilde, pasó del campo de Nativitas al Olimpo del poder poblano a base de esfuerzo y muchos, muchos tamaños. Nadie le regaló nada.
Mario Plutarco disfrutó del poder que consiguió con su grupo. ¡Y vaya que lo hizo!
A todos los cercanos les tocó una rebanada del pastel. Fueron muchos años de caminar juntos. Algunos, como Zavala, Montero y Meneses, desde la universidad.
Muy temprano en su gobierno estalló el escándalo con la periodista Lydia Cacho. Del Juárez poblano pasó al góber precioso.
La poca estrategia y conocimiento de su entonces director de comunicación social, Valentín Meneses, le trajo muchas madrizas mediáticas. Las de Joaquín López Dóriga y Carlos Loret de Mola fueron las más duras.
La noche del 9 de febrero de 2020, el Juzgado Segundo de Distrito en Quintana Roo notificó el auto de formal prisión dictado en contra de Mario Marín, detenido el 3 de febrero y señalado como autor intelectual en el delito de tortura en contra de Lydia Cacho.
Tres años después, la juez tercero de distrito, Angélica del Carmen Ortuño Suárez, cambió las medidas cautelares al ex gobernador al señalar que no ameritaba prisión preventiva por el delito de tortura en el caso de la periodista y por la protección de redes de trata infantil, por lo que se le concedió la prisión domiciliaria.
Con un fortuna de 800 millones de pesos según el propio presidente López Obrador, a Mario Marín Torres se le impuso una multa de sólo 100 mil pesos y el cambio en las medidas cautelares. Además, se le colocará un brazalete electrónico para evitar que se fugue.
Más allá de que si es justa o no su liberación, no hay una sola prueba de que él directamente intentara torturar a la periodista y mucho menos matarla, como asegura ella en sus redes sociales.
A Marín lo engañó su amigo y financiero, y como muchos políticos, el priista quiso hacerle un favor a uno de sus inversionistas de campaña. Ni es protector de una red de trata ni es pedófilo.
Hay que ser serios.
Para mí, al góber ya lo juzgó la historia.