Desde hace más de veinticinco años conocí a Gerardo Fernández Noroña, cuando un buen amigo me pidió recibirlo en Puebla para dar una conferencia a los alumnos del Instituto de Ciencias Jurídicas, cuando era el principal líder del Movimiento Barzonista a nivel nacional; sin tener un cargo público, siempre actuando como un activista crítico del poder y en contra de los representantes del neoliberalismo y de los gobiernos cuyas decisiones siempre eran pensando en favorecer a los intereses de los grandes empresarios y de los grupos trasnacionales.
Así a lo largo de los años Fernández Noroña se ha caracterizado por ser un hombre congruente con sus convicciones e ideología de izquierda y que si bien es cierto tiene a lo largo del país muchos simpatizantes, también tiene detractores que le han criticado su forma de hacer política y el estilo de confrontación con los legisladores de la oposición en la Cámara de Diputados, que lo califican de radical y de que es imposible llegar a acuerdos con él, por el nivel en que se conduce y por su cerrazón a abrirse a otros puntos de vista o propuestas.
Así, desde que decidió participar en Morena como representante del Partido del Trabajo, quizás ha sido el líder más visible y con mayor peso en los debates legislativos y en la agenda de los temas que ha impulsado AMLO en la agenda política del país.
El protagonismo de Fernández Noroña defendiendo las propuestas y decisiones de Morena ha sido incluso más vehemente y aguerrido, que las de los líderes de su grupo parlamentario y de su otro aliado el PVEM.
Por ello, cuando el presidente en 2023 anuncia el arranque de la carrera de sus corcholatas por la candidatura a la Presidencia de la República, en las que de inicio sólo se contempló a Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López y Marcelo Ebrard, dejando fuera a Ricardo Monreal en esa primera fase. Surgen los reclamos del PT y del PVEM de que al formar parte importante y activa del movimiento, tendrían el derecho también de participar en el proceso con sus propios candidatos, propuesta que de entrada no fue bien vista por el presidente López Obrador, pero que al paso de los días y para evitar una posible fractura de la alianza que mantiene con dichos partidos, decidió abrirles la puerta para participar, pero siempre teniendo en cuenta, aunque nunca lo expresó públicamente, que ya tenía decidido quién sería la candidata y que el proceso interno del partido para definir a la persona, por medio de las encuestas, era sólo una forma de legitimar ante la militancia y simpatizantes una decisión que sólo le competía al presidente , que de ninguna forma iba a permitir que el proceso se le saliera de las manos, o que ganara la candidatura alguien que no fuera a quién él había decidido apoyar.
Al aceptar AMLO y Morena la entrada de las propuestas del PT y del PVEM para participar en el proceso de selección de la candidatura presidencial, representados por Fernández Noroña y Manuel Velasco respectivamente, se abrió también la puerta para que se incluyera al senador Ricardo Monreal, presidente de la Mesa Directiva del Senado y líder de la bancada morenista, que desde meses antes había manifestado su malestar por no ser considerado, incluso al punto de amenazar con un rompimiento con el partido por haber quedado fuera del proceso.
Las reglas de la participación de los precandidatos y la precandidata fueron fijadas por la dirigencia nacional de Morena, con el aval del presidente AMLO y se definió que quien ganara las encuestas sería el candidato (a) a la Presidencia de la República, el segundo lugar sería líder de la cámara alta, el tercer lugar sería el líder de la Cámara de Diputados, el cuarto lugar se integraría al gabinete del nuevo gobierno, el quinto lugar a una senaduría plurinominal y el sexto a una diputación plurinominal.
De esa manera, se pactó el reparto de las posiciones y los seis participantes acordaron someterse a las reglas establecidas por el partido; sin que en ningún momento se haya definido, que había precandidatos de pedigrí morenista y otros que se calificarían como impuros o de segunda y que sólo se les había permitido participar, para simular que eran dignos de llegar a alcanzar posiciones de peso en el nuevo gobierno.
Lo anterior significa que desde el principio, AMLO tuvo muy claro tres cosas: primera, que quien debía ganar las encuestas era Claudia Sheinbaum al precio que fuera dándole todo el apoyo del aparato de Estado y de los gobiernos estatales que están en manos de Morena; segunda: que no se permitiría bajo ninguna circunstancia que el proceso se saliera de control y que se diera una fractura al interior del movimiento, por lo que debe reconocerse a AMLO su estrategia política para simular que habría piso parejo para todos los precandidatos y tercera: no arriesgar que los precandidatos de los partidos aliados PT y PVEM de acuerdo a los lugares que obtuvieran lograran colarse a ser los líderes del Senado y de la Cámara de Diputados, que deberían quedar forzosamente en manos de precandidatos de morenistas de cepa, como Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Marcelo Ebrard.
Dicha estrategia le funcionó al presidente y finalmente logró que Claudia Sheinbaum ganará las encuestas para obtener la candidatura a la Presidencia de la República por Morena y partidos aliados y posteriormente que ganara las elecciones del 2 de junio en forma contundente, logrando hasta este momento la mayoría calificada en ambas cámaras, lo que le garantiza a la virtual presidenta el control del Poder Legislativo.
En el reparto de las posiciones al ser nombrado Marcelo Ebrard como futuro secretario de Economía a partir del 1 de octubre y dejar su posición como virtual presidente del Senado, Fernández Noroña -quien ocupó el tercer lugar en el proceso interno de Morena-, con justa razón, reclamó su derecho a la posición, que le fue otorgada al cuarto lugar Adán Augusto López a quién ahora se dice ocupó el tercer lugar y que Fernández Noroña quedó en cuarto lugar, según sus encuestas internas y a Ricardo Monreal que quedó en la quinta posición , se le asignó como líder de la Cámara de Diputados.
En este diferendo, entre Fernández Noroña, la virtual presidenta electa Claudia Sheinbaum y el presidente; este último ya decidió, en el sentido de que dichos cargos en ambas cámaras, siempre se decidió los ocuparan militantes de origen de Morena y no de los partidos aliados PT y PVEM, por lo que hasta este momento, a pesar de la petición de Fernández Noroña de convertirse en el presidente del Senado y líder de Morena en dicha cámara, no se le ha concedido y sólo tiene dos salidas: aceptar un puesto en el próximo gabinete de la presidenta o quedarse como un senador más, sólo como líder de la bancada del PT.
Aunque Fernández Noroña, ha declarado que no se irá del movimiento y de que no será un factor de división del mismo, resulta evidente que ya existe un distanciamiento y de que aún y cuando vendrán presiones desde Palacio Nacional para que el PT apoye la aprobación de las reformas del Plan C, en septiembre próximo y durante los seis años del próximo gobierno. Tanto el PT, como el PVEM están condenados a ser siempre comparsa de Morena y difícilmente en el mediano y largo plazo, podrán desmarcarse, para en un futuro postular a un candidato propio a la Presidencia de la República.