Traicionar es quebrantar la lealtad. Es una acción vil, condenable.
Cualquier ruptura de una promesa puede ser considerada una traición, pero solamente algunas deslealtades se presentan ante todos como una traición evidente y reconocida.
Al grupo del ex presidente cholulteca, Luis Alberto Arriaga, le convenía el triunfo de Roxana Luna Porquillo en la pasada elección, pero también el de Tonantzin Fernández.
Decidido a volver a probar las mieles del poder en San Pedro Cholula, Arriaga Lila jugó en los dos bandos.
Se puso a las órdenes de Roxana, aunque también a las de Tonantzin.
El 20 de mayo, Luis Alberto compartió una foto en X con la hoy presidenta electa: “Productiva reunión con la próxima Presidenta Municipal de Cholula“, arrobando a Morena y al gobernador electo, Alejandro Armenta.
Al mismo tiempo, su equipo cercano ya operaba con la perredista, Roxana Luna Porquillo.
Sin cuidar las formas y con la venia de Arriaga, personajes como Manolo “Nolo” Mejía, director de obras en el periodo de Luis Alberto y mejor amigo de su hijo; Guillermo Ibarra, operador de José Juan Espinosa que terminó traicionándolo para irse con Arriaga para apoyar a su primo Bernardo con un contrato millonario por el tema del alumbrado público; y Lalo Blanca, primo de Adán Blanca y gran beneficiario de contratos para él y su esposa en los periodos del JJ y Arriaga donde fue secretario de obras y regidor, respectivamente, operaraban para la perredista mientras el jefe del grupo se ganaba la confianza de la diputada Tonantzin.
La ambición suele hacer traidores.
El doctor fue el que entregó los expedientes para que el gobierno de Miguel Barbosa persiguiera a José Juan, que fue quien lo hizo alcalde.
El que es una vez traidor siempre traiciona.
Es ley de vida.