Era de esperarse la madriza que le puso Alejandro Armenta a Eduardo Rivera en las urnas.
Doble A lleva 30 años caminando el Estado; Lalo, algunos meses y a medias.
La campaña negra de los panistas no le hizo ni cosquillas al gobernador electo. Eduardo Rivera y su equipo no entendieron nunca que las y los poblanos ya estamos hasta la madre de las guerras de lodo.
¡Hasta a Mario Marín se les ocurrió revivir en X!
Antes de proponer, atacaron. Prefirieron consentir y enriquecer a los suyos, en lugar de atender a una ciudad que está sumida en la pobreza y delincuencia, y que hoy les cobró la factura.
El mejor ejemplo es Adán Domínguez, su mejor amigo y cómplice en la capital, que sólo está de adorno como presidente municipal sustituto.
Rivera insistió en privilegiar la lealtad antes que la capacidad.
A diferencia del panista, Alejandro Armenta logró unir a todos en Morena. Abrió las puertas a los que las encontraron cerradas en sus partidos y conformó un equipo donde cabían todos.
Porque al final, la política se trata de eso.
Figuras del tamaño de Tony Gali y Tony Gali Jr., junto con operadores de primer nivel como Eduardo Alcántara y los morenovallistas que llevaron a Rafael a la cumbre del poder político se sumaron al proyecto.
Javier Sánchez Galicia y Pepe Tomé —que seguramente ya no le dará tanta hueva a columnistas— se consolidaron como el estratega y el comunicador más cercanos al próximo góber.
Y qué decir del poderoso y talentoso José Luis García Parra, El Choco, que operó la mayoría de los temas importantes para AA. Todo lo relevante pasaba —y pasará— por su escritorio.
Hay que sumar al dream team a Laura Artemisa y Mario Montero Jr.
Lalo y compañía sabían lo que se jugaban. A el Huevo, Arrubarena, Adán y compañía se les acabó su minita de oro.
Armenta les ganó y por madriza.