Durante la campaña presidencial de 2018, que finalmente llevó al triunfo a Andrés Manuel López Obrador como el primer Presidente de izquierda de nuestro país, uno de los principales elementos de su discurso de campaña, que marcó una gran diferencia, de sus propuestas de las dos campañas anteriores de 2006 y 2012, fue el discurso amoroso, mediante el cual convenció a millones de mexicanos, que no habría revancha en contra de sus adversarios, que buscaría la reconciliación entre los grupos políticos, que su gobierno sería distinto a los del PRIAN y que proponía una república amorosa en la que cabrían todos los grupos de la sociedad civil organizada y los ciudadanos en general.
Dicho discurso, para algunos que conocen al tabasqueño, desde hace muchos años, no convenció del todo a sus críticos, quienes denunciaron desde meses antes de la elección, que se trataba de una estrategia política y que seguramente ya en el poder, las cosas serían completamente distintas, debido al odio acumulado del Presidente en contra de quienes en 2006, se coludieron para robarle la presidencia y de aquellos que en 2012 permitieron todas las irregularidades del fraude electoral y el escandaloso uso de los recursos del erario y del aparato gubernamental para apoyar el triunfo de Enrique Peña Nieto, que le impidieron lograr el apoyo suficiente para llegar a la Presidencia: dichos críticos siempre señalaron que el cambio en el discurso de AMLO era sólo una forma de convencer a quienes ya estaban cansados de la corrupción de los gobiernos del PRI y del PAN y que en su momento López Obrador, se encargaría de pasarles factura, por el odio acumulado de tantos años de agravios contra sus enemigos políticos.
Al final los hechos de los que hemos sido testigos los mexicanos, le dieron la razón a los críticos del Presidente, ya que desde el inicio de su administración, se le olvidaron las promesas de la reconciliación y el humanismo y de inmediato ya en el poder se ha dedicado en estos cinco años a promover un discurso de odio, no sólo en contra de quienes en el pasado le causaron un agravio o estuvieron en su contra; sino también en contra de ciudadanos y grupos ajenos a estos actos y que por igual, bajo el pretexto de que no le apoyaron o bien de que solaparon la corrupción, también pasaron a convertirse en sus enemigos políticos y como resultado de ello, los incluyó en la lista de a quienes su gobierno se ha dedicado a perseguir y a afectar en la medida de lo posible y aquí actualmente podemos hacer una larga lista, en la que estarían: las madres trabajadoras afectadas por el cierre de las estancias de tiempo completo, los padres de niños enfermos de cáncer, los medios de comunicación, los exfuncionarios de los gobiernos del período neoliberal, a excepción del expresidente Peña Nieto y su equipo cercano; los empresarios, los intelectuales, los investigadores, los gobiernos de la oposición tanto a nivel estatal como Municipal, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los organismos autónomos y en general a todos aquellos entes, que en su momento han cuestionado sus políticas o no provienen de Morena.
Pero el discurso de odio no se ha quedado sólo en eso; las acciones y políticas de su gobierno han implicado altos costos para el país, como la cancelación del Aeropuerto de Texcoco cuyo costo al final lo estaremos pagando los millones de contribuyentes que pagamos impuestos en el país y las siguientes generaciones; la persecución política y judicial en contra de sus enemigos, utilizando la Fiscalía General de la República y el Poder Judicial para encarcelar en algunos casos en forma justificada y en otros injustificada a quienes considera le causaron un agravio en el pasado o en su concepto cometieron actos de corrupción.
En fin, podríamos citar muchos ejemplos más, de la forma en que este discurso de odio y gobierno que ha promovido la polarización entre los mexicanos, nos ha llevado a una división entre chairos y fifis aspiracionistas que incluso ha enfrentado a las familias y grupos sociales y que seguramente será determinante en la elección de 2024.
Lo curioso del tema es que precisamente, después de que Morena y sus partidos aliados PT y PVEM “eligieron” mediante el método de encuesta a Claudia Sheinbaum como su coordinadora nacional de la defensa de la Cuarta Transformación, el discurso amoroso ha vuelto y en varios de los mensajes de la virtual candidata presidencial, ha retomado la idea del humanismo y la reconciliación pretendiendo con ello convencer que así será su gobierno en caso de ganar la Presidencia de la República y que de alguna manera, busca la unidad de todos los mexicanos.
Lo anterior se corrobora con el mensaje del grito de independencia de este 15 de septiembre del presidente López Obrador al proclamar entre otras arengas “que viva el amor” por lo que es de esperarse que en este su último año de gobierno busque un cambio en sus políticas y discurso para atraer simpatías a Sheinbaum y lograr la continuidad de la Cuarta Transformación seis años más.
Por ahora es difícil pronosticar si este giro, logrará su objetivo para subir su nivel de popularidad y que ello le garantice el triunfo a su sucesora, porque lo que sí podemos reconocer como un logro de su administración, es que cada día más millones de mexicanos se informan y están pendientes de los asuntos públicos y que el nivel de análisis y crítica hacia los gobiernos ha subido, por lo qué deberán ser muy avezados para conseguir el apoyo de los jóvenes que este año votarán por vez primera en el país y que a pesar de ello con todas las herramientas de información que tienen a su alcance, seguramente emitirán un voto consciente y razonado.
Fuera de los discursos, 2024 representa la hora de México y de más de 120 millones de mexicanos, que deberemos decidir si queremos más de lo mismo o si llegó el momento de hacer un cambio esperando que ahora sí, los gobernantes le cumplan al país y se terminen la corrupción y los privilegios de una clase gobernante que cada día que pasa sigue perdiendo la confianza ciudadana.