Llegó Nicolás en medio de muchas dudas, como un DT joven, prácticamente desconocido y sin gran palmarés.
Era una decisión de las que abundan en el Club Puebla: nadie sabe por qué, ni cuál es el proyecto (si acaso existe alguno).
Como cada temporada, se armó un equipo a última hora bajo el mismo criterio de siempre: lo más barato, lo que haya, de la liga de expansión, al borde del retiro o saliendo de lesión.
Con eso, Larcamón hizo un buen grupo y los convenció de que podían jugar a ganar en cualquier cancha. Enfrentar a grandes rivales sin complejos y proponiendo el juego, armando desde la solidez defensiva y llegando con balón dominado.
Se volvió el equipo sensación del torneo y agradaba a todos.
Abundaron los adjetivos, la alegría y la sorpresa en la prensa, mientras nosotros, los aficionados, asistíamos al estadio orgullosos del equipo.
Podíamos ganar o perder, pero jamás renunciar al estilo, la convicción ni las ganas.
Fueron 4 torneos, 2 años de ilusionarnos, soñar e imaginar que podíamos conquistar un título que no conseguimos desde hace 3 décadas.
Nos vendieron la idea de que tendríamos un equipo cada vez con mejor plantel, al que se le invertirían recursos y con posibilidades de ganar la liga.
La realidad es que llevamos años viendo a jugadores mejorar en Puebla y terminar en equipos de mayor jerarquía económica.
Se volvió negocio comprar jugadores baratos y venderlos como cracks.
Dejó de interesar un título para hacer crecer económicamente al club.
Con las entradas en el estadio y la utilidad con la venta de jugadores, estaba hecho el negocio.
Hoy, el negocio llegó hasta la dirección técnica.
Le pusieron una cláusula de rescisión de 1 MDD al contrato de Larcamón, ello representa un buen negocio.
Hoy se va “por así convenir a sus intereses” menciona el comunicado del club, aunque no deja claro que también conviene a las arcas del equipo.
Se termina una etapa importante para quienes tenemos a La Franja en el corazón.
Viene nuevamente la incertidumbre por no saber qué pasará con el cuerpo técnico, quién llegará al banquillo, cuántos de los jugadores que se identificaron con la afición por su desempeño en la cancha, se irán a probar suerte en clubes con mayor poder económico.
No sabemos qué podremos esperar en la tribuna, de quienes estén la próxima temporada en el campo.
La única certeza es que volverán a desarmar al equipo y obtener buenos dólares de ello.
Ojalá les vaya bien tanto a Larcamón como al Club Puebla.
En Puebla, Nicolás administraba las carencias, matizaba las limitaciones con motivación y les daba confianza a jugadores que recuperaban la fe y crecían. Jugadores con hambre, salían a comerse la cancha.
Pero no es lo mismo administrar un carrito de paletas que hacerlo con una armadora de autos.
Se dice que va a Tigres, allá los jugadores tienen lleno el estómago, no conocen el hambre y cuidan las piernas.
No es lo mismo lidiar con la humildad que batallar con los egos.
Pronto sabremos si en el técnico de 37 años es el mismo líder que del Cuauhtémoc.
Él tiene derecho a mejorar su ingreso, a superar sus límites y a dirigir a un mejor plantel en una institución que toma en serio mejorar, competir y ganar títulos.
En Puebla, no podemos competir con los dólares de los “equipos grandes” del futbol nacional.
Pudimos hacerlo con un proyecto ambicioso, ganador, de mediano y largo plazo en el que el equipo fuera reforzado, conservara a los jugadores que mejoran y trayendo jugadores de mejor calidad que hagan diferencia en posiciones decisivas y en instancias claves.
Se pudo hacer.
La portería lleva varios años siendo bien resguardada por elementos que sin ser demasiado caros, tienen la calidad para destacar en el equipo.
Se privilegió el negocio de corto plazo.
Mientras esto siga sucediendo, acumularemos más décadas sin títulos.
Lo bueno es que estamos acostumbrados a que las épocas de vacas flacas sean la normalidad.
Los aficionados de La Franja, sabemos bien que nuestras alegrías en la vida, jamás vendrán de la cancha ni de nuestro club. Tenemos que conseguir en la vida cotidiana los triunfos que cada directiva nos niega.
Seguiremos recordando con alegría los tiempos de Lapuente, El Chelís y Larcamón, mientras vemos en un bucle infinito, que cada temporada, el premio para cada jugador destacado, es ir a ganar más dinero a otro club, mientras en las butacas del estadio, se nos marchita la ilusión de que algún año, sí tendremos un mejor equipo.