De acuerdo con el Cenapred, la ceniza volcánica está formada por partículas producidas por la fragmentación de las rocas durante las erupciones y tienen un tamaño menor a dos milímetros.
La ceniza suele estar caliente en las inmediaciones del volcán y se enfría cuando cae a mayor distancia. Además, varía en apariencia, dependiendo del tipo de volcán y de la forma de erupción. Así, su color va de un tono gris claro hasta el negro, y puede variar en tamaño: desde arenilla hasta polvo fino como talco.
Aunque los gases normalmente se encuentran demasiado diluidos y no son un peligro para una persona sana, pero la combinación de gases ácidos y ceniza puede causar daños pulmonares, incluyendo a quienes sufren de enfermedades respiratorias graves.
Una de las características de la ceniza volcánica fresca, recae en que puede ser áspera, ácida, arenosa, vidriosa, maloliente y completamente desagradable, y a pesar de desaparecer con la lluvia, puede contaminar las reservas de agua y dañar tanto la vegetación como las cosechas en la región.
Las autoridades han emitido una serie de recomendaciones para el cuidado de la salud ante caída de ceniza volcánica tales como:
Niñas, niños, así como personas adultas mayores y con enfermedades respiratorias deben evitar el contacto con la ceniza.
Evitar hacer actividades al aire libre.
Proteger ojos, nariz y boca; en caso de tener que salir a la intemperie, usar un pañuelo o cubrebocas.
Usar lentes y ropa de protección en caso de salir al exterior, ya que la ceniza afecta la visibilidad y daña la piel. De preferencia no usar lentes de contacto.
Lavar los ojos con abundante agua si se ha estado expuesto a la ceniza y presenta sensación de cuerpo extraño en los ojos.
Cerrar puertas y ventanas y sellar con trapos húmedos las rendijas y las ventilas, para limitar la entrada de polvo a casas y edificios.