Queridos amigos panistas:
Les escribo desde el más allá. No desde el más allá de la muerte, sino desde el más allá de las calles que ustedes ya no pisan, de las colonias que ya no frecuentan, de los barrios donde antes había vida panista y hoy apenas queda el recuerdo.
Aclaro de entrada: no estoy apoyando a ninguno. Es cierto, varios me han buscado, con la esperanza de que les ayude a ganar la administración del molino actual. Y pienso: “Válgame Dios, ¿a dónde vamos a parar?” Los mismos que alguna vez me negaron en público, hoy vienen a pedirme respaldo, como si la opinión que despreciaron entonces de repente se hubiera vuelto indispensable.
Y para que no se confunda nadie: lo que escribo aquí no es invento mío. Es la vieja fábula del molinero, solo que hoy contada desde el PAN. Porque el molino azul que conocimos ya no muele, y los tres herederos que lo disputan parecen más interesados en pelearse las ruinas que en producir pan.
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El primer heredero: Lupita Leal, la que arrienda el molino a los de afuera
La que un día se presentó como renovación hoy aparece acompañada de los mismos grupos que en el pasado la confrontaron. En su planilla está incluso el particular de Adán Domínguez —el mismo que se expresaba con desprecio— y ahora convertido en aliado. Esa es la paradoja.
Además, no se puede hablar de acabar con el partido de cuotas y cuates cuando el único cargo de elección popular que tuvo fue precisamente por esa lógica de cuotas y cercanías políticas. Esa fue la realidad del PAN en su momento, se reconozca o no.
Y mientras tanto, se habla de nuevas generaciones, pero con Ana Teresa acompañando, lo que se vende como relevo es en realidad continuidad de un estilo de partido que ya muchos consideran agotado: pan rancio presentado como novedad.
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El segundo heredero: Fito, el que nunca armó la molienda
Fito, amigo de muchos años, trabajador siempre, pero con resultados escasos. Todos recordamos cómo en 2018, en el distrito más panista del estado, no lograste armar ni la estructura para defender los votos. Hubo que entrarle todos para cubrir ese vacío.
Hoy tu planilla parece salida de la misma organización del Yunque que tanto daño ha hecho: muchos radicales, pocas caras visibles, casi nadie con liderazgo real, salvo pocas excepciones. Con esa mezcla quieres administrar el molino, cuando nunca lograste organizar ni la molienda más básica. Mucho esfuerzo, poco pan.
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El tercer heredero: Manuel Herrera, el bonachón del chisme
Manolo, hijo de cuna del partido, siempre sonriente, siempre presente en las tertulias… pero nunca tomado en serio. Tu molino es más un café de intrigas que un lugar de trabajo.
¿Cómo olvidar que yo mismo fui parte de esos chismes que esparcías cuando apoyabas a Jesús Zaldívar, el hoy ausente, el presunto prófugo con cuentas pendientes? Entonces tus intrigas llenaban pasillos; hoy apenas alcanzan para unas fotos con yunquistas de cepa, a quienes buscas para que te respalden. Y ahí está el detalle: también tú terminaste encadenado a la misma organización.
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El molino que se desmorona
Así estamos en este proceso interno del PAN:
• Una candidatura que arrienda el molino a los viejos adversarios.
• Otra que no logra hacerlo funcionar y se rodea de radicales sin liderazgo.
• Y otra que convierte el molino en un club de grilla, buscando bendiciones de siempre.
Y mientras tanto, el panismo observa:
“Aquí ya no habrá más pan, más harina ni más trigo.
El molino azul se destruye no por tormentas ni por ríos, sino por herederos que nunca supieron qué hacer con él”.
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El cierre lapidario
Que quede claro: no voy a participar ni a meterme en el proceso interno del PAN, pese a que algunos me han pedido ayuda. Solo apoyaría a alguien que tuviera el valor de desconocer públicamente y condenar el mal gobierno que realizaron Eduardo Rivera y Adán Domínguez en la pasada administración. Porque si el PAN no logra sacudirse ese lastre, cargará esos negativos siempre y jamás podrá construir un PAN de futuro.
Pero claro, lo importante parece ser otra cosa: seguir conviviendo, simulando que se aman y se adoran, cuando en el fondo nadie tiene el valor de decir las verdades. Qué risa burlona provoca verlos en esa farsa, qué incómodo llegar a estas circunstancias donde el molino ya no muele, y donde los herederos prefieren la apariencia a la harina.
Sean capaces de reaccionar a lo que la sociedad pide, no a lo que sus grupúsculos les exigen. Porque si no, pronto ya ni molino, ni harina, ni pan quedarán.
Atentamente, Raspu el viejo fantasma del molino azul.