Cuánta razón tenía Alphonse Daudet cuando escribió: el odio es la cólera de los débiles.
No hay nada más cobarde que atacar en redes, escondido detrás de un teclado, sin ponerle rostro a los mensajes.
Así como hay perfiles destinados a aplaudir y generar una falsa interacción, existen los creados para atacar. Traumas, rencores y envidas, como en sus vidas, son el sello de los mensajes.
Desde estos usuarios sin rostro, los textos que incluyen ofensas como gorda, vendido, chayotero, puta, rata, maricón, etc. viajan en las redes sociales con total impunidad, sin un o una responsable.
Ex novios celosos, enemigos políticos y hasta funcionarios del mismo equipo se esconden en los tuits y posteos, pero ¿es posible realmente ser anónimo en la era del Internet? ¿Podemos deshacernos por completo de cualquier rastro que haya de nosotros en línea?
La respuesta es no.
Desde 2015, Twitter —hoy X— reconoció que estaba rezagado en la lucha contra los ataques en línea y que ello había perjudicado el crecimiento de la red. Ahora no es diferente: 5% de sus usuarios activos mensuales son cuentas potencialmente falsas.
Para crear un perfil sólo se necesita un correo electrónico.
Lo que ignoran los difamadores es que cuando se realiza alguna publicación en Internet, siempre existe un registro de comunicación llamado log y los proveedores de contenido lo guardan durante 3 meses en promedio.
La dirección IP —dirección de protocolo de internet— es precisamente uno de estos logs.
A estos odiadores que se esconden en sus cobardes mensajes habrá que recordarles: ser anónimo en internet no es tan fácil como parece.
Cuando se comete un delito en redes sociales, se tiene que saber quién es el autor. El anonimato sólo sirve para favorecer la actividad delictiva.
Ya es hora de que se pueda perseguir de forma rápida a quienes acosen a otros o usen el anonimato como fuente de impunidad.
En Puebla, ya van por 3 perfiles que se dedican a ofender y difamar.
Se va a poner bueno.
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Para dudas, mentadas y ofensas: 2221.60.17.54