Platicando con un amigo —que más que amigo es mi hermano— sobre el Caso Rueda, me atreví a vaticinar su detención: son tan perversos, que se están esperando su boda y ahí hacer un show.
Arturo Rueda canceló uno de los mejores días de su vida.
Hizo bien.
Sus enemigos querían sangre y no les dio el gusto.
Ya libre, en sus primeras palabras con los medios de comunicación este miércoles, se le nota diferente. Quiero creer que su actitud es genuina.
“Yo considero a todos como mis amigos porque Jesucristo es amigo de todos nosotros… Tengo una fe poderosa”.
Más de un año en prisión no te cambia, pero Cristo sí.
La prisión es un infierno.
Una muerte en vida.
Así lo he escuchado en diferentes podcast con testimonios de personas que han pasado un breve tiempo tras las rejas.
Yo estuve 12 días en terapia intensiva con televisión, cable, comida, atención las 24 horas y fue una pesadilla. No puedo imaginar lo que vivió Arturo.
Al director de Diario Cambio le debió quedar claro que la lealtad y amistad de la mayoría de los periodistas en Puebla se cuenta en pesos.
Por más columnas y tuits que hoy le dediquen.
En periodismo, como en la vida misma, la lealtad entre compañeros de oficio casi no existe.
Qué vacío debes tener en el corazón para alegrarte de ver caer a un colega con el que compartiste redacción y micrófono. Para olvidar que alguna vez te ayudó económicamente.
Aunque dice que analiza dejar el periodismo, seguro regresará a su periódico.
Vaya que les hizo falta.
No se puede pensar en CAMBIO sin el Nigromante.
Por algo apareció con la misma playera que en su último programa.
Y sí, el hombre que empuñó la pistola ya no está.