El espectáculo del medio tiempo del Super Bowl LVII fue aburridísimo, se quejaban en tiempo real miles (o millones) de espectadores. Me provocó curiosidad la tendencia, así que días después observé el video completo de la presentación de la cantante Rihanna; decenas de bailarines, coreografía impactante, plataformas aéreas, luces, pirotecnia… Y aún así, había gente bostezando.
De unos años para acá también me ha pasado que cuando intento ver una película en casa con algunos amigos o familiares, son muchos ya quienes sacan su teléfono celular para checar sus notificaciones o revisar las redes sociales mientras se expone un filme. Cuando les reclamas su falta de atención, responden que están observando las dos cosas al mismo tiempo y no han perdido el hilo de la narrativa gráfica.
Una pestaña más. Hace unas semanas asistí al cine a ver el filme Babylon, de Damien Chazelle; cuando lo comenté con algunos amigos y conocidos, la mayoría de quienes la vio se quejó: Horrible, muy lenta, aburrida.
Los videos de unos cuantos segundos de duración, las múltiples y constantes notificaciones de redes sociales, el trabajo multitarea, la sociedad del rendimiento máximo, nos ha transformado el cerebro y ha languidecido nuestra capacidad de atención y contemplación. Esta es, de hecho, la época de la humanidad que más se lee, pero leemos titulares de noticias, mensajes de texto, emojis, es paupérrima la capacidad de leer textos largos y ni qué decir de ensayos o libros.
Requerimos estímulos constantes para no sentirnos aburridos y, a más estímulos, más crece la adicción, y las transformaciones que ello conlleva.
Hoy en día poco más del 4 por ciento de la población padece déficit de atención, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud. En México, de acuerdo con el Inegi, el 19.3% de la población adulta tiene síntomas de ansiedad severa y otro 31.3% revela síntomas de ansiedad moderada. Si conjuntamos ambos padecimientos, podemos estimar que prácticamente una de cada dos personas sufre ansiedad o déficit de atención.
En la mayoría de tradiciones espirituales y terapeutas emocionales el consenso para erradicar la ansiedad es vivir en el presente, disfrutar el aquí y el ahora, hacer una sola cosa a la vez, hacer más lenta y atenta nuestra realidad cotidiana; bajarle a las revoluciones por minuto.
Si no lo hacemos -algo que ya está pasando con cada vez más frecuencia- seremos incapaces de disfrutar de una charla, de un paseo, de la sonrisa de un niño, de un beso, de un concierto o de una pintura, de una tarde de no hacer nada. Es decir, se nos escapa la belleza de la vida, inmersos en nuestra adicción por los estímulos múltiples que nos mantienen ansiosos, desatentos, desconectados, embotados, locos.