Cuántos columnistas, reporteros y hasta tuiteros no se han excedido en un texto. Qué razón tenía Kamel Nacif en aquella famosa llamada con Mario Marín: esos cabrones siguen sacando mamadas y mamadas.
La libertad de expresión que te da un país como México se confunde con impunidad, y ésta tiene varias fronteras: el derecho a la intimidad, a la moral, al honor y a la honra.
¿Se debe privilegiar la libertad de expresión aun sobre la veracidad en la información publicada? ¿Habría que permitir a todo el mundo expresar lo que quiera cuando quiera?
¡Claro que no!
Y es que los medios locales nos sentimos el cuarto poder.
Qué mentira más grande hemos intentado creer y crear para ganar un lugar que no tenemos. Comidas o conservatorios de horas no convierten en amigos a periodistas con políticos.
Cada tres o seis años, vemos cambiar de posición a varios columnistas según el partido o persona que gobierna. Este tecleador tiene un archivo de tuits del ayer de algunos, que da miedo leer en el hoy. Se vale cambiar de opinión, pero no de principios.
La crítica en columnas y redes sociales es parte de un juego del poder, siempre que no se excedan reglas escritas y no escritas. Apodos, señalamientos a problemas físicos, mentiras sin derecho de réplica y adjetivos rebasan una línea que aunque no se ve, existe.
El publicar una encuesta, adelantar una información, señalar errores y opinar permite a los funcionarios replantearse y hasta corregir. La crítica legitima, pero al final, ¿quién nos audita o supervisa a los medios?
Así como la libertad de expresión, la honra y reputación de las personas son derechos fundamentales que deben respetarse.
Lo escribí hace un par de semanas: Hemos privilegiado la inmediatez, el alcance y los clicks antes de explicar la realidad.
Si seguimos así, terminaremos por perder credibilidad, confianza y sobre todo audiencias.
Ya dejemos de sacar mamadas y mamadas, como lo dijo Kamel.