Aunque muchos señalan que Doña Rosario Orozco, viuda de Miguel Barbosa, carece de experiencia política, no tienen razón del todo.
Acompañar a su esposo los últimos años como senador y gobernador la hizo entender cómo se maneja el poder.
Ella escuchó y fue testigo de muchísimos acuerdos. Sabe de pactos, escuchó conversaciones y conoce de deslealtades.
En su último cumpleaños, el pasado 7 de octubre, la mayoría dejó de tuitear, marcar y felicitar.
Naturaleza humana.
Hoy, muy lejos de los mejores días en que se hacía todo lo que pedía, tiene un nuevo objetivo: la presidencia municipal de Tehuacán.
Las voces que la alentaron a buscar la candidatura a la gubernatura de Puebla sabían que no tendría ninguna oportunidad. El objetivo siempre fue otro.
En la política mexicana, desde siempre, se tienen premios de consolación para las y los perdedores. Por eso vemos a tantos inscritos en los procesos.
Lo mismo sucede con el otrora poderoso primo del ex mandatario, Julio Huerta. Los millones de pesos invertidos en medios de comunicación, bardas, puentes y espectaculares lo han posicionado, pero no lo suficiente para obtener la candidatura de Morena a la grande.
Su destino también está en Tehuacán: una diputación federal por ese distrito.
No son los mejores tiempos para los herederos del Barbosismo.
Tal vez nunca lo serán.