Queridos cómplices de tertulias:
Años han pasado desde aquellas mesas en el Rikis, frente a la Facultad de Derecho, donde entre caguamas y botanita discutíamos cómo cambiar el país. Éramos jóvenes, idealistas, y creíamos que con un buen paper y algo de teoría de Rawls podíamos enderezar a México. Hoy, el país es otro… y nosotros también. El cabello más escaso, la barriga más amplia, pero las ganas de discutir intactas.
Esta semana me puse a revisar los números que publicó el CONEVAL sobre la pobreza, y pensé que valía la pena compartirlos con ustedes, no para que armemos una tesis, sino para reírnos un poco de cómo se mueve la política cuando los datos cambian el tablero. La historia es simple: la pobreza bajó. Sí, bajó. De 43.2% en 2016 a 29.6% en 2024. Y la extrema, la de verdad dura, pasó de 7.9% a 5.8%. No es un milagro, ni una revolución socialista, ni la obra maestra de algún burócrata inspirado. Es, simplemente, una mezcla de programas sociales masivos, aumentos al salario mínimo, remesas a tope y la recuperación post-COVID.
Y aquí viene lo jugoso: Morena puede decir que el lema “primero los pobres” se volvió realidad. Lo puede decir con datos en la mano, y la oposición… bueno, la oposición sigue atrapada en la cápsula del tiempo, peleando por causas importantes, pero que a la mayoría no le quitan el hambre: independencia del Poder Judicial, reformas electorales, tecnicismos constitucionales. Como si el país desayunara democracia o cenara división de poderes.
Recuerdan cuando en la Facultad nos decían que “la política es la administración de las carencias”… bueno, pues resulta que la 4T, con todo y su desorden administrativo, sí ha administrado una parte de esas carencias: las de ingresos. Falta salud, falta educación, falta eficiencia —y mucho—, pero en la mesa de millones ya hay un poco más que antes. Y eso, amigos míos, en política, pesa más que cualquier editorial del Reforma o cualquier tuit airado de un opositor.
Ahora, aquí está el matiz que no se debe perder entre sorbo y sorbo: sí, hay más ingreso, pero también más gasto en servicios médicos que no se reciben como deberían. Ese es el gran pendiente de este gobierno. El salario mínimo subió, las transferencias llegan, pero parte de ese ingreso se va en pagar medicinas que deberían ser gratuitas, en consultas privadas porque el sistema público no responde, y en tapar huecos que la burocracia no sabe o no quiere cubrir. En otras palabras: la mejora es real, pero está hipotecada por una estructura que sigue siendo incapaz de operar con eficacia.
La paradoja es deliciosa: si Morena logra ordenar la maquinaria administrativa (y ojo, Sheinbaum promete justamente eso con su perfil técnico), podría convertirse en un monstruo político prácticamente imbatible para 2030. Porque cuando la gente tiene qué comer, después puede pensar en democracia; pero si no tiene qué comer, la democracia le sabe a menú gourmet que no puede pagar.
Mientras tanto, la oposición se comporta como aquel compañero de clase que no hacía la tarea pero siempre levantaba la mano para corregir al profesor: mucho ruido, cero propuesta. Siguen sin entender que, para competir, necesitan un plan social que mejore la vida diaria, no solo discursos para convenciones partidistas.
Así que, queridos amigos del Rikis, brindo por esto: por un país donde los números están cambiando la política más que las campañas; por una oposición que no sabe en qué cancha está jugando; y por nosotros, que seguimos aquí, dispuestos a ver cómo las viejas discusiones de juventud se convirtieron en datos fríos… y en armas políticas.
Nos vemos pronto para que, entre cerveza y cerveza, sigamos preguntándonos si este país se cambia con ideas o con presupuesto. Spoiler: el presupuesto ya nos está ganando.
P.D. Entre tertulios. México hoy tiene más pan en la mesa, pero sigue comprando la sal y el cuchillo. Si la 4T afila el filo y pone la salera, este banquete político será de ellos… y la oposición, como siempre, detrás de la Ventana como cantaba Yuri.