A partir del inicio de la administración del expresidente Andrés Manuel López Obrador, que puso fin a la época de los denominados gobiernos del periodo neoliberal con el primer gobierno de izquierda ocupando el Poder Ejecutivo, la relación con los países de corte socialista como Cuba, Venezuela, Nicaragua, Perú y Colombia entre otros, no sólo se estrechó, sino que el obradorismo buscó a toda costa demostrar al mundo su apoyo a las administraciones de estos países.
Este hecho sin importar las críticas y cuestionamientos que se han hecho por organismos internacionales como la ONU y la OEA de calificar a los gobiernos especialmente de Nicolás Maduro de Venezuela, de Daniel Ortega en Nicaragua y de Miguel Díaz-Canel de Cuba, de dictaduras en las que estos presidentes, se han perpetuado en el poder, empobreciendo a su población, violando en forma sistemática los derechos humanos y sobre todo imponiendo regímenes en los que existen gobiernos ricos y pueblos pobres, sin que exista una democracia en la que el pueblo, pueda elegir libremente a sus gobernantes.
Durante el gobierno de AMLO fueron frecuentes las invitaciones a estos personajes en los eventos más importantes y ceremonias, donde se les dio un trato preferente y se les presentó como grandes gobernantes, a pesar de la difícil situación que se vive en estos países, donde no existe oposición, ya que se les ha aplicado aquella máxima, de que a mis enemigos los destierro, los encierro o los entierro lo que les ha permitido exterminar a cualquier movimiento que vaya en contra de sus políticas o que pretenda hacer reaccionar al pueblo de que tienen el derecho de cambiar a sus gobernantes y la forma de gobierno.
Esta política de abierto apoyo a los gobiernos socialistas de América Latina y el sueño de AMLO de que México encabezara este movimiento para extenderlo a centro y Sudamérica se vio obstaculizado por los procesos electorales de países como Brasil, Argentina, Ecuador, Perú y Bolivia, donde la alternancia de las fuerzas que ganaron las elecciones y los intereses económicos de dichos países, impidieron consolidar este gran movimiento.
Es evidente que las relaciones diplomáticas con estos países, gobernados por los tres dictadores y los apoyos económicos que el gobierno de López Obrador les otorgó, como el caso de Cuba y Venezuela, no pasaron inadvertidos para el gobierno de los Estados Unidos en el primer período de Donald Trump y el gobierno de Joe Biden, quien poco se preocupó de que las dictaduras continuaran y de que México les diera todo su apoyo, sin cuestionar los atropellos y violaciones a los derechos humanos de la población de estos tres países.
La postura de México, durante todo el gobierno de AMLO, siempre fue la misma apoyando a las dictaduras, a las que nunca se les cuestionó, como ocurrió en los países donde ganaba las elecciones la derecha como Brasil con Jair Bolsonaro, Argentina con Javier Milei, el Salvador con Nayib Bukele.
La vieja política de no intervención que prevaleció en México, durante los gobiernos neoliberales y que AMLO dijo que aplicaría, se vino abajo, cuando el expresidente hacia declaraciones criticando a los gobiernos de derecha e incluso se negaba a reconocer a los presidentes ganadores de derecha, argumentando irregularidades o que los resultados aún no eran oficiales y que había que esperar los resultados finales.
Pero el apoyo y empatía con el gobierno de Nicolás Maduro de Venezuela, ha sido a toda prueba y la actual presidenta Claudia Sheinbaum, ha demostrado su compromiso de continuar en la misma línea de su antecesor, a pesar de que Maduro no ha sido capaz de demostrar que ganó en las urnas la última elección presidencial en la que perdió ante el opositor Edmundo González, pero fue declarado ganador de las elecciones con el aval del Consejo Nacional Electoral y del Tribunal Supremo de Venezuela controlados por su gobierno, lo que llevó a varios países del mundo a no reconocerle.
Sin embargo, el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum en su conferencia del pueblo del 22 de diciembre de 2024, reconoció el triunfo de Nicolás Maduro como presidente electo y declaró que enviaría representantes del gobierno mexicano a su toma de protesta para un nuevo período.
Hoy, el escenario ha cambiado y la declaratoria del gobierno de Estados Unidos acusando al Cártel de los Soles como una organización terrorista y a Nicolás Maduro como un narcoterrorista y como fugitivo de la justicia por el que ofrecen una recompensa para su captura por 50 millones de dólares, obliga a la presidenta a actuar con prudencia.
El secretario de Estado Marco Rubio declaró en relación al aparato estatal venezolano que “no es un gobierno, ni un régimen político. Es una organización terrorista de crimen organizado que se ha apoderado de un territorio nacional”.
El cerco militar por mar que ha instalado el gobierno norteamericano y la vigilancia y persecución contra los narcotraficantes, así como el ataque a una lancha donde viajaban once presuntos narcotraficantes del cartel del Tren de Aragua transportando drogas que se dirigían al estado de Sinaloa en México, fue una demostración de fuerza militar de Estados Unidos, para exterminar a estos grupos criminales, acción que ha sido calificada como una seria amenaza para cárteles de otros países como los que operan en México.
La declaración del canciller Juan Ramon de la Fuente, en el sentido de que México está a favor de la no intervención y de la solución pacífica de los conflictos, es un giro a la postura que el gobierno mexicano ha tenido de apoyo al gobierno de Nicolás Maduro y refleja un distanciamiento motivado por la presión del presidente Donald Trump y de su secretario de Estado, que están dispuestos a exterminar a los carteles, donde los encuentren y sin tomar en cuenta a los gobiernos de los países donde desarrollan sus actividades criminales.
Continuar apoyando al gobierno de Nicolás Maduro sería desafiar a la administración de Trump y daría el mensaje de que el poder de los cárteles ha llegado a los niveles más altos para lograr la protección de las autoridades y continuar con el trasiego de drogas y producción con destino a los Estados Unidos.