El otrora poderoso Partido de la Revolución Democrática ya no aporta nada. Y nada es nada.
El partido del Sol Azteca vive tiempos sin sol.
El actual dirigente, Carlos Martínez Amador, se apropió de un partido que no camina ni para atrás ni para adelante. El perredista hoy sólo tiene dos objetivos: presidir el partido oooootra vez y que su hija, Karla Martínez Lechuga, actual directora del Instituto de la Juventud en el Municipio, sea candidata por un distrito de la capital.
Karla ni poblana es: ya perdió por paliza en 2021 en su natal Huauchinango y no tiene un solo mérito para ser abanderada en la capital, que sólo conoce desde un escritorio.
Su mayor logro, por decirlo de alguna forma, es caminar de la mano de Toño Iriarte, ex futbolista de Lobos que le vendió a Lalo Rivera el Mundial Fake de Futbol 7 que costó más de 50 millones de pesos y fue todo un fracaso, como sus proyectos y eventos.
A ellos dos se debe el pésimo paso de la actual adminsitración municipal en materia de juventud.
Para colmo, en todas las fotografías que difunden siempre aparece la familia de Martínez Amador.
En el PRD ya es un partido familiar.
Julián Rendón, dirigente municipal, tiene también a su hija, Vanessa Rendón, como regidora en el Cabildo.
El Partido de la Revolución Democrática está en una crisis terminal, lo que queda es un liderazgo envejecido que sólo ve por su beneficio, poco atractivo y que cada día pierde electores.
Desde su creación, el Sol Azteca ha vivido crisis por disputas internas, pero nunca como la que atraviesa hoy por su falta de identidad política y nepotismo.
De los líderes carismáticos que buscaron la presidencia durante el periodo 1989-2012, no queda nada.
Para entender el tamaño del partido, en la última elección en 2019 sólo aportó 43 mil votos a Enrique Cárdenas.
El PRD es un lastre para la alianza Mejor Rumbo para Puebla y su candidato a la gubernatura.
Más que sumar, le terminará restando.
Al tiempo.