Puebla pagó demasiado por el ego de un solo hombre.
Rafael Moreno Valle aseguró que lograría ser el mejor gobernador en la historia de Puebla, pero falló en el intento.
La soberbia y los proyectos de relumbrón que endeudaron los poblanos por generaciones, se atravesaron en su sexenio.
Desde el inicio y con la amenaza de recuperar Valle Fantástico en el día uno de su mandato, el exgobernador apostó por los puentes con sus iniciales, un museo carísimo sin las exposiciones que lo hicieran un referente nacional y una rueda de la fortuna que no termina de llamar la atención a los turistas.
El negocio por delante.
Sobresale el Centro Integral de Servicios que sí funciona, pero que hasta hoy tiene una deuda de 677 millones 188 mil pesos anuales, que está pactada para ser cubierta hasta el año 2037.
Todas sus megaobras se hicieron a través de Asociaciones Público-Privadas (APP) y Proyectos de Prestación de Servicios (PPS) porque en 2028 estas figuras no se contabilizaban como deuda pública.
Justo ahí se cae su famoso “y sin pedir un solo peso prestado”.
Hay que aceptarlo, hay proyectos que fueron muy mal planeados y hechos al madrazo como el Teleférico y el Tren Turístico Puebla-Cholula.
Pero lo más grave fueron los números que el propio estado no pudo ocultar:
Durante el morenovallismo, Puebla se colocó entre los primeros lugares nacionales en percepción de corrupción, de acuerdo con el INEGI.
Además, organismos civiles documentaron incrementos en ejecuciones, desapariciones y presencia del crimen organizado, mientras el gobierno presumía estadísticas “maquilladas”.
Hoy que algunos se atreven a hablar del Tren Maya, por ejemplo, deberían voltear a ver los números de Rafael.
Un fracaso total.
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