Ayer, en una cafetería diminuta, escuché a una chica platicar con una pareja de amigos, preguntaba algo así: “¿No les pasa que reciben mensajes de WhatsApp, los leen y se les olvida contestarlos?”. Los interlocutores respondieron dándole la razón, como sintiéndose comprendidos. “¡Sí, todo el tiempo!”.
Al día, un cibernauta promedio recibe al menos 46 notificaciones, revisa su celular en 58 ocasiones y pasa 3 horas con 15 minutos en dicho dispositivo.
Quienes tenemos negocios, emprendimientos o somos profesionistas tal vez recibamos muchas más notificaciones que otro tipo de usuarios. Intenté encontrar estadísticas al respecto, pero mi búsqueda fue fallida. En lo personal, incluso todas las mañanas tengo la rutina de revisar a detalle las notificaciones de WhatsApp del día previo. ¡Y, aún así, a veces me falla contestar alguno!
Hay todo tipo de interlocutores en esta plataforma propiedad del conglomerado Meta. Quienes quieren que les contestes al momento y si no lo toman a mal; los que ocultan cuándo fue la última vez que se conectaron; quienes desactivaron las palomitas en azul para que no sepas que les llegó tu mensaje; los que ponen en su estado que están ocupados o que llevan meses sin salir del cine. Cada quien se protege del acoso de notificaciones de la manera que puede.
Hay, también, desconsiderados que diario te atascan de cadenas de oración, memes, chistes picantes, o los grupos familiares donde los ociosos descargan sus energías.
Muchos libros y expertos en ansiedad o psicología te sugieren desconectarte por completo al menos uno o dos días por semana y también en tus horas de descanso. De hecho, en varias partes del mundo, incluido México, se está legislando para tener un derecho a la desconexión, es decir, a que ni tu jefe, clientes o proveedores te estén chingando a todas horas.
Lo contrastante es que pasamos casi una tercera parte de nuestro día consciente en este dispositivo, contestando y leyendo mensajes, pero no tengamos tiempo para llamar o echar un café con nuestros seres queridos. Amén de que, siendo sinceros, ¿qué porcentaje de los mensajes que recibimos o emitimos a diario son realmente importantes o trascendentes?
El día ser pierde entre monosílabos, stickers, conversaciones superficiales, memes, pero, eso sí, cientos de notificaciones para nuestro muy ocupado ser primitivo y multitarea; presto para hacer miles de cosas, pero incapaz de profundizar y prestar verdadera atención a alguna.
Nos falta conciencia, formación y educación en el uso de esta tecnología, absolutamente nueva comparada con la antigüedad del homo sapiens; tan útil y productiva en su rostro positivo, pero tan esclavizante y estresante en el otro lado de la moneda.
Somos presas de la urgencia y rehenes de lo inmediato que dejamos escapar lo verdaderamente importante de la vida.