La violencia nunca será la respuesta.
No han sido los mejores tiempos políticos para la dupla de Eduardo Rivera y Liliana Ortiz. Primero, la paliza que le puso Alejandro Armenta a Lalo. Después, perdieron el partido frente a Mario Riestra y, este domingo, la dirigencia municipal.
Muy lejos están los tiempos en que eran los únicos que mandaban en el PAN poblano. Hoy, Salón Country Club, Rivera Pérez intentó saludar a los asistentes de mano, pero nadie le hizo caso.
Estaba solo y se fue desencajado.
Además, las 16 auditorías que inició la Contraloría Municipal para que esclarezcan el ejercicio de recursos y la ejecución de obras públicas, aunque las minimizan en público, los tienen inquietos.
Y es que los poblanos padecemos sus pésimas administraciones: Eduardo y Adán Domínguez dejaron la ciudad en ruinas y con la delincuencia como nunca antes en la historia de la capital.
En este camino de desesperación, en un arrebato, el pasado 28 de agosto, la diputada federal Liliana Ortiz agredió a la también diputada Genoveva Huerta al bajar del avión en Jalisco.
A su llegada a Guadalajara, la Secretaria General del CDE PAN Puebla se acercó a otros panistas para saludarlos, pero cuando llegó el turno de Ortiz Pérez, ésta comenzó a manotear y gritar para a reclamarle una supuesta traición.
Genoveva Huerta se mantuvo firme y de forma educada sólo le dijo que se acercó a saludar. Privilegió la educación sobre las afrentas personales.
No era el momento.
La desesperación comienza a cobrar facturas.
Y lo que falta.
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