Para quienes hemos seguido de cerca la trayectoria política y académica del senador Ricardo Monreal, actual líder de la fracción parlamentaria de Morena en la cámara alta, resulta indignante y vergonzosa la transformación que ha tenido, a partir de los últimos meses, en su obsesión de ser considerado dentro de las denominadas corcholatas presidenciales y estar en el ánimo del presidente López Obrador, cuando es de todos sabido, que dejó de ser invitado a Palacio Nacional durante casi dos años, en el que el Presidente le aplicó la ley del hielo y de una u otra forma le fue cerrando las posibilidades para estar dentro de los favoritos en la final de la carrera presidencial.
Lo anterior no fue suficiente para que el Senador continuara luchando desde su liderazgo para intentar a cada momento como dirían en el argot político “vender caro su amor” para lograr colarse al grupo selecto de los aspirantes a la Presidencia de la República por Morena.
Incluso bajo la amenaza de ser destituido de ser líder de la fracción parlamentaria, en los momentos más álgidos de las discusiones de las iniciativas presidenciales y reformas legislativas impulsadas por el presidente López Obrador, Ricardo Monreal trató de negociar con los grupos de la oposición el sacar adelante las mismas y con ello convencer al Presidente de su valía para lograr la aprobación de sus iniciativas; por lo qué recibió severas críticas de sus detractores y compañeros del Senado que amagaron con destituirlo del cargo en más de tres ocasiones, sólo a la espera de la orden del Presidente que nunca llegó, pero que ha estado latente en todo momento, dependiendo de su comportamiento, resultados y utilidad para continuar como líder de la fracción parlamentaria, poniendo en la disyuntiva a varios de sus compañeros del Senado, sobre si apoyarlo para que siguiera en el cargo o plegarse a las órdenes de López Obrador.
En mi opinión, si Ricardo Monreal se ha mantenido como líder del grupo parlamentario de Morena en el Senado, no ha sido porque su labor sea indispensable; sino más bien, porque de su grupo, muy pocos tienen la experiencia política, trayectoria y relaciones con los demás partidos para sacar adelante la aprobación de las iniciativas presidenciales y a final de cuentas si valoramos los resultados de su labor, estos han sido positivos para los fines del proyecto del Presidente y de la 4T.
Quienes en su momento, pensaron que era factible un rompimiento entre el Presidente y Ricardo Monreal, por dejarlo fuera de los presidenciables y por cerrarle el paso a sus aspiraciones del 2024 o que el Senador ya tenía un Plan B para ser un posible candidato de la “alianza opositora” por algunas de sus declaraciones y posición que tomó en algunas de las votaciones en el Senado a reformas e iniciativas de Morena, o que su protagonismo era para negociar ser el candidato a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México para el próximo año, se han quedado esperando, debido a que a partir de la visita de los senadores a Palacio Nacional con el Presidente López Obrador, precisamente un día antes de la aprobación a las reformas del llamado “viernes negro” en que en promedio cada doce minutos, sin presentación de dictámenes, dispensando lecturas, se aprobaron veinte reformas, que de acuerdo a los partidos de la oposición, con ello legalizaron la corrupción y la opacidad, por lo que desde el viernes 2 de junio, ya se presentaron las primeras acciones de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación para echarlas abajo, y de acuerdo a la opinión de expertos, si el máximo tribunal constitucional del país, aplica el mismo criterio que utilizó para invalidar las reformas del llamado Plan B del Presidente en materia electoral, sucederá lo mismo en los próximos meses, lo que significará un duro golpe más a la figura presidencial y un capítulo más de la lucha de poder entre el Ejecutivo y el Poder Judicial.
Es importante destacar, que a partir de volver a ser invitado por el Presidente a Palacio Nacional y de encargarle la aprobación a costa de lo que fuera de las reformas del denominado “viernes negro” así como el hecho de ser considerado dentro del grupo de las corcholatas presidenciales, el senador Ricardo Monreal, sufrió una transformación en su actuar y declaraciones, digna de los personajes de la obra El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, pues de ser un legislador coherente y celoso de las normas constitucionales y de seguir el proceso legislativo, lo que demostró en los debates y votaciones del Senado durante los más de cuatro años que lleva en el cargo como líder de los senadores morenistas; ahora se ha transformado en un férreo defensor de las iniciativas presidenciales y de tratar de justificar en todas las formas posibles las violaciones a la Constitución implícitas en dichas iniciativas, es decir, ha caído en el desaseo legislativo y ante las decisiones de la Suprema Corte de Justicia se lanzó en contra de la presidenta Norma Piña y de los ministros que votaron para echar abajo el Plan B en materia electoral del Presidente, amenazándolos incluso de abrirles un juicio político por haber votado para invalidar dicho plan, cuestionando en todas las formas posibles el actuar de la Corte, en los asuntos que ha venido resolviendo en contra de las reformas aprobadas en el poder legislativo.
Realmente, ¿qué le sucedió al Senador Monreal? ¿Es más valioso para él, quedar bien con el Presidente, aún a costa de su dignidad y trayectoria académica y profesional? ¿Su ambición de poder justifica sacrificar su prestigio y convicciones? ¿Qué les dirá a sus alumnos de la Facultad de Derecho de la UNAM al dar sus clases, sobre el respeto al Estado de derecho y la Constitución como norma suprema del país? ¿Negoció su servilismo con el Presidente a costa de que ayudara al Gobierno de su hermano David Monreal en Zacatecas, para frenar la ola de violencia y homicidios de los cárteles de la droga?, ¿qué posición le prometió el Presidente para comprar su incondicionalidad?
Sólo el tiempo nos dará las respuestas a estas interrogantes.