¿Sabe cuántas peticiones hemos recibido de ese tipo?, le dice molesto el presidente municipal Eduardo Rivera Pérez a una poblana.
Qué lejos está el alcalde del candidato que se sube al transporte público y volantea —aunque a nadie parece importarle— con una sonrisa.
“Prometer hasta meter”, reza el dicho popular.
Hoy luce como el candidato más fuerte del PAN —no hay otro — a la gubernatura del 2024. Tiene el control de las dirigencias estatal y municipal. Es el líder de los panistas en Puebla, pero algo no está bien.
El presidente luce cansado y molesto ante los cuestionamientos de los ciudadanos.
Cuando hay problemas, como la marcha de los alumnos de la BUAP o el asesinato de 4 jóvenes en San Francisco Totimehuacán, evade, se esconde o lo esconden por unos días y termina ofreciendo disculpas.
No puede y no quiere cargar con una mala decisión rumbo al 2024, pero los ambulantes continúan en las calles, los baches en toda la ciudad, la inseguridad como nunca antes y los poblanos siguen sin ver el cambio de rumbo.
El DAP, la concesión de basura, la licitación de los espacios publicitarios han sido echadas para atrás por no negociar, cabildear ni convencer antes de hacerlas públicas.
¿Quién no le ayuda?
¿Quiénes callan para no contradecirlo a costa de exhibirlo públicamente?
Esa impericia no debería existir en un alcalde que está por segunda vez al frente de la ciudad.
Su experiencia generó una expectativa mayor. Sólo había que superar lo hecho por Claudia Rivera: nada.
El alcalde y su equipo tienen puesta su esperanza en que Alejandro Armenta no se convierta en el abanderado de Morena porque es al único que no supera en las mediciones.
Se les olvida que ser el candidato de la oposición no lo convierte en gobernador y menos con la ola lopezobradorista que terminará empujando a todos en el Movimiento de Regeneración Nacional.
Lo cierto es que Eduardo Rivera ya está harto. Y los pobanos también.
No sólo podría perder la gubernatura, también la reelección.