Con la llegada del ahora caído Fernando Rosales Solís al frente de la Secretaría de Seguridad Ciudadana del Municipio de Puebla, pensaron los morenovallistas que las cosas serían igual que cuando estaba Rafael Moreno Valle, José Antonio Gali Fayad y la gobernadora finada Martha Erika Alonso.
Pocos días pasaron para que todos desconfiaran de todos, incluso la gente que pertenecía al grupo de Marcelo García Almaguer y que llegó al área de Comunicación Social.
Los grupos al interior de la Secretaría de Seguridad Ciudadana se reacomodaron en pro de apoyar a Rosales Solís, sin embargo, dichos grupos más bien vieron por ellos y sacaron provecho para su bolsillo sin importar caer en la corrupción y vincularse a los grupos del crimen organizado que hay en la capital poblana.
Te cuento. En días pasados se realizó una reunión de primeros mandos, que concluyó hasta altas horas de la noche y resulta que una vez que terminó, todas y todos los que salieron se dirigieron a sus respectivos hogares; alguien que estuvo presente dio santo y seña de la hora de salida de las y los presentes.
Una jefa de sector fue seguida hasta su domicilio por personas desconocidas y concluyó en el asesinato de quien era su pareja. Las y los uniformados con los que platicó este columnista indicaron que la situación al interior de la Secretaría de Seguridad Ciudadana se empezaba a complicar.
Pasaron unos días para que se diera un suceso complicado al interior de la policía municipal y que fue el asesinato de dos uniformados; muchas dudas surgen y que los propios uniformados se preguntan, debido a que en dicha unidad que fue atacada por personas del crimen organizado, iban cuatro personas. Así como lo lee, cuatro policías.
Alguien llamó a uno de los cuatro ocupantes de la patrulla, se bajaron dos de los ocupantes y se quedaron solamente los hoy policías asesinados.
¿Quiénes eran las otras dos personas que iban en la patrulla?
¿Quién habló para que abandonaran la unidad?
Muchas interrogantes hay por parte de las y los policías.
Sin duda la corrupción está a todo lo que da en la SSC de la capital; miedo es lo que hay porque manifiestan de que sirve que haya un buen trabajo si son sus propios compañeros los que los señalan y ponen en riesgo su integridad.
En su momento, con la llegada de Fernando Rosales Solís todas y todos los policías fueron llamados para que realizaran distintas actividades, uno de esos grupos fue el denominado Colibrí que ya tenía muchos años cuidando la zona del zócalo y fueron llamados para que se incorporaran a la Secretaría.
Existe la lista con nombres y apellidos de quienes eran los que formaban dicho grupo y que algunos que colaboraron en su momento, no tienen un buen sabor de boca de quien lo dirigía (mujer, por cierto).
Insisto que algunas personas uniformadas en estos momentos y que trabajaron ahí en el grupo Colibrí se quejaron por el mal trato que les daba la persona encargada.
Todo cambia a color Morena
La orden fue clara: “tenemos que retirar los logotipos de gobiernos pasados”.
Te cuento.
Bajo esa consigna, autoridades y representantes educativos recibieron la orden del gobierno estatal, de que, en las universidades o institutos, así como en tecnológicos del sector educativo gubernamental, se debe de cambiar toda nomenclatura existente con los colores de gobiernos anteriores y colocar nuevas con el color de Morena.
“No quitar placas conmemorativas, pero sí la imagen de gobiernos pasados”, fue la instrucción.
En los nuevos anuncios y bardas ahora resalta el color guinda, representativo del partido en el poder actual. Imagínese el gasto que representa.


De igual forma se observa el escudo del estado y hasta las frases de la actual administración: Por Amor a Puebla y Pensar en Grande.
Así, las autoridades estatales dejaron muy atrás, pero muuuuy atrás, la Ley de Imagen Institucional de Puebla, que obligaba utilizar colores neutros en espacios públicos.
Y aunque posteriormente esa ley se abrogó a conveniencia, ya que permite a los gobiernos municipales y estatal utilizar colores alusivos a su partido político, Morena debería de ejercer un poco de “congruencia” que dice tener. En fin.