La soberbia con la que actuaban el candidato del PRI a la gubernatura en 2010, Javier López Zavala, y algunos de sus cercanos fue desmesurada.
Y cómo no, en cada evento, cientos de personas hacían largas filas para saludar de mano o tomarse la foto con el que iba a ser —según él y los suyos— el próximo gobernador del Estado.
Como un rockstar.
Los excesos y la confianza se apoderaron de Zavala en los días previos a la elección. El ambiente de la campaña era de fiesta.
Mucha fiesta.
Los necesarios, pero no siempre certeros números de las encuestas y las cabezas de todos los periódicos locales indicaban que Zeta le ganaría a Rafael Moreno Valle.
Javier confundió la popularidad de la cargada priista con respaldo ciudadano genuino.
Moreno Valle lo aplastó y le ganó por 14 puntos.
¡Una madriza!
La rueda de la fortuna de la vida, siempre caprichosa, hoy tiene a López Zavala en prisión, señalado como el actor intelectual del asesinato de la abogada Cecilia Monzón.
Hace unos días, fue condenado a seis años, un mes y quince días de prisión por violencia familiar a partir de una denuncia que Cecilia presentó en vida.
Y lo que falta: el juicio por feminicidio sigue su curso y la familia Monzón exige que se le imponga una pena de 60 años de cárcel.
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