México, después de la elección del 1 de octubre en que tomó posesión del cargo de presidenta de los Estados Unidos Mexicanos, Claudia Sheinbaum, ya no es el mismo y lamentablemente el llamado segundo piso de la cuarta transformación, pinta para ser todavía peor de lo que fueron los cinco años diez meses de gobierno de López Obrador, caracterizados por el discurso de odio y radicalización de la vida pública del país, en contra no sólo de lo que él denominó sus adversarios políticos, en la figura de los conservadores neoliberales, empresarios y políticos de los partidos de oposición bautizados como la mafia del poder, los que junto con los medios de comunicación críticos a su gobierno, fueron los villanos favoritos del presidente, de acuerdo a sus discursos de sus conferencias mañaneras, en los que los culpó de todos los males del país y a quienes estigmatizó como los enemigos del pueblo bueno, por defender sus propios intereses y del capital extranjero.
Para el expresidente representaban un mayor peligro para su gobierno estos adversarios políticos, que los cárteles de la droga y grupos de la delincuencia organizada, a quienes no combatió frontalmente y por el contrario trató con su estrategia de abrazos y no balazos, llevando a la sospecha de que existió un pacto secreto para dejarlos continuar con sus actividades delictivas.
Bajo dicha perspectiva, el discurso de odio hacia los adversarios de AMLO, permeó de manera contundente en el ánimo de los militantes y simpatizantes de Morena y de sus partidos aliados PVEM y PT, olvidando los primeros que en otros momentos de la vida política del país, hicieron coalición con el PAN en la elección de 2000 con Vicente Fox y en 2012 en la elección de Enrique Peña Nieto, convirtiéndose en un partido cuyo último objetivo ha sido la protección y defensa del medio ambiente y que se ha convertido en patrimonio de una familia, que se ha enriquecido durante los últimos treinta años disfrutando de las prerrogativas y beneficios otorgados por las autoridades electorales. En el caso del PT, dicho partido en las elecciones de 2012 matemáticamente perdió su registro y fue salvado por el PRI y el PAN para conservar su existencia, sólo para que ahora sea uno de sus acérrimos adversarios.
Pero, así es la política en México y en todo el mundo, en las cúpulas del poder, los grupos políticos y partidos, siempre se arreglan y salen adelante en su beneficio y somos los ciudadanos, los que al final los mantenemos y somos víctimas de sus errores y de los escándalos de ineficiencia y corrupción en el manejo de las finanzas públicas y de los asuntos de Estado.
Si a lo anterior, sumamos la violencia e inseguridad que vivimos los ciudadanos y que se ha incrementado en varios estados del país, como Sinaloa, Guerrero, Chiapas, Guanajuato, Michoacán, Zacatecas y Chihuahua, que suman a un mes de gobierno de Sheinbaum, más de dos mil homicidios y contando.
Así, aún con la aprobación de la reforma constitucional para que la Guardia Nacional pasara a control de la SEDENA, no se vislumbra que las cosas mejoren, ya que el discurso de la presidenta, si bien es cierto, no repite la frase de AMLO de abrazos y no balazos a los delincuentes, aplicando otras estrategias que buscan atacar las causas, más que las consecuencias en la comisión de los delitos, no se ve como logrará frenar la ola de violencia que azota el país y la guerra y enfrentamientos armados, que sostienen los grupos delictivos de Los Chapitos contra Los Mayitos por el secuestro y la detención de El Mayo Zambada en una cárcel de los Estados Unidos; y que amenaza extenderse a otros estados del país, por la falta de un acuerdo entre dichos grupos, avalado por autoridades estatales, que les permitan continuar con sus actividades delictivas como lo han hecho con otros gobiernos.
Si a lo anterior sumamos, que los dos candidatos a la presidencia de los Estados Unidos Donald Trump por el partido republicano y Kamala Harris por el Partido Demócrata, han declarado que combatirán a los cárteles de la droga de México por los miles de muertos que ha causado el tráfico de fentanilo en el país.
Después de las elecciones del martes 5 de noviembre en Estados Unidos, sin importar que candidato gane, no pintan bien para el gobierno mexicano, ya que, si las autoridades estadounidenses deciden declarar a los cárteles de la droga mexicanos como grupos terroristas, eso les bastará para entrar al país y detenerlos o acabar con ellos, al precio que consideren necesario para defender los intereses de su país y nada, ni nadie podrá detenerlos.
También el martes 5 de noviembre el pleno de ministros y ministras de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, votará el proyecto de sentencia elaborada por el ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá en contra de la reforma constitucional al Poder Judicial de la Federación, que en caso de ser aprobada agudizará la crisis constitucional que vive el país y que se complementó con la aprobación al vapor de la reforma constitucional a los artículos 105 y 107 de la Constitución General de la República, mal llamada supremacía constitucional debiendo denominarse de supremacía morenista ya que le otorga al Poder Ejecutivo en este caso a Claudia Sheinbaum, la facultad de proponer reformas a la Constitución, sin que nadie pueda controvertirlas o defenderse de ellas, aún y cuando sean violatorias al propio texto constitucional o vulneren derechos humanos.
Sin duda alguna que el 5 de noviembre de 2024, con las elecciones presidenciales, no sólo se decide el futuro de nuestro vecino del norte los próximos cuatro años, sino también cómo afectará las relaciones de Estados Unidos con México y la economía y seguridad en nuestro país, no podemos minimizar la trascendencia de la relación con los EE. UU., si se insiste en tomar malas decisiones, las consecuencias las pagaremos todos los ciudadanos y las futuras generaciones de mexicanos.