Nos guste o no, seamos fans o no de la Cuartroté, Andrés Manuel López Obrador es un fenómeno político que difícilmente volveremos a ver en este país.
El arrastre del tabasqueño es inaudito. Es el único político en todo México que no necesita acarreados para llenar los foros: desde el Zócalo hasta estadios. El cariño de la gente hacia él es auténtico.
Desde la poderosa Mañanera con un discurso único, AMLO ha sabido llevar la agenda mediática del país a donde ha querido durante casi seis años.
Roberto Martínez, creador del podcast Creativo —uno de los más escuchados en Latinoamérica—, lo describió muy bien la semana pasada: es un puto genio.
Aunque se encabronen, lo es.
Su llegada a la presidencia siempre fue una cuestión de tiempo. Como Luis Miguel a la música, por ejemplo, Andrés Manuel estaba destinado para la cima de la política mexicana.
Desde su juventud construyó un aparato que se convirtió en partido y que terminó mostrando su poder en las pasadas elecciones.
Como nadie, cuando más le pegan más crece.
Cuando lo atacan, se burla y sale limpio.
Cuando lo dan por muerto, los aplasta en la elección.
Las campañas negras sólo han logrado fortalecer la figura presidencial durante el sexenio. La oposición nunca entendió que a López Obrador la gente lo quiere y le cree.
Más que odiarlo, deberían de intentar entenderlo.
Aunque, ¿cómo combatir a uno de los presidentes más populares de todo el planeta?
La Cuatroté se convirtió en una cultura política a la que se adhieren miles de mexicanos cada día.
Muchos aseguran que después del sexenio de Claudia Sheinbaum, Morena se desinflará.
Lo dudo.
Hay lopezobradorismo para rato.