No es la primera vez que el presidente municipal de Puebla, Eduardo Rivera, se esconde.
Siempre que hay un problema en la ciudad, huye y manda al gerente de la ciudad, Adán Domínguez, a dar la cara.
Las ausencias iniciaron el 11 de noviembre del año pasado: extrañamente, no asistió a su conferencia matutina cuando previamente alumnos de la BUAP se manifestaron en Palacio Municipal exigiendo justicia por dos jóvenes detenidos con brutalidad por parte de elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana en la colonia Granjas Laguleña, por supuesto robo a una tienda Oxxo.
Fueron la Contralora, Alejandra Escandón, y Karina Romero Alcalá, Secretaria de Igualdad y de Género, las que presidieron el encuentro con taxistas y transporte público.
El 2 de diciembre, dimos cuenta de la ausencia del alcalde en su mañanera para esconderse de los familiares de los cuatro asesinados en San Francisco Totimehuacán, que le exigían una disculpa pública después de que el 29 de noviembre aseguró que se trató de un ajuste de cuentas, por un pleito entre grupos criminales.
¿Qué pasó después? Lo doblaron.
El 6 de diciembre, Rivera Pérez ofreció una disculpa pública a las familias de los cuatro jóvenes asesinados en Totimehuacán, luego de calificarlos como narcomenudistas y delincuentes.
“Si mi declaración lastimó u ofendió a los familiares de las víctimas, por supuesto que cabe una disculpa de mi parte anticipada que estoy haciendo en este momento pública”, expuso ante la pregunta por parte de CAPITAL.
Ayer, el presidente desapareció de nueva cuenta después de que una señora que vendía elotes fue despojada de sus productos de forma violenta por personal de la Secretaría de Gobernación Municipal el fin de semana pasado, afuera del Edificio Carolino.
Si un político se esconde, pierde.